Un hotel de diseño, divertido, con música a toda hora -no se escucha nada desde las habitaciones, al menos desde el 6to piso que es donde estábamos.
Después de atravesar unas escaleras mecánicas llegas al espectacular lobby, con una araña impactante y la vista a una enredadera que sube por el techo.
Tiene un patio íncreíble, lleno de detalles, con distintos espacios para sentarse. La iluminación nocturna refuerza esta idea de jardín mágico.
La habitación es mínima pero preciosa, con todo lo necesario. No es para mirar tele porque es chica e incómoda pero tiene un lindo equipo de música.
Nada mejor que llegar a la noche al
Hudson y tomarse un cóctel o bailar un poco en el bar del hotel, que se llena de beautiful people de
todo Manhattan. Cuando fuimos la música era excelente, una mezcla de música electrónica y sonidos de europa del este. El piso es luminoso y el techo tiene un gran fresco.
El restaurant no lo probé, siempre me pareció caro y oscuro, pero hay quienes dicen que es buenísimo.
En la misma cuadra del hotel un
Starbucks es el lugar ideal para comprar tu cafe latte, tu hot chocolate o mi favorito: chai skim latte -un té negro infusionado en leche con canela, cardamomo, clavo de olor y pimienta- y llevarlo a una de las mesitas del lobby para tomartelo tranquilo. Ah! No me quiero olvidar de las mentitas de canela para el
after coffee a las que nos hicimos adictos en el último viaje.
A un par de cuadras -en la 57 y la 7ma- hay un
café Europa -el más lindo de todos los que ví- donde se puede empezar el día con un rico desayuno o tomar una cena rápida haciendo self service-.
356 W 58th entre la 8va y la 9na